Cuando vivir se hace insoportable y aparece el deseo de morir, a muchos nos gustaría poner fin a nuestros días de forma rápida e indolora y en buena compañía. Un “deseo” irrealizable en muchos lugares que es posible en Suiza, siempre que se reúnan ciertas condiciones y se pueda afrontar el coste del “servicio”. Y es que en Suiza, como reza el título de una de mis pelis del oeste favoritas, “la muerte tenía -y tiene- un precio”. La eutanasia como suicidio asistido -en la que el paciente acaba con su vida de forma consciente- se practica en Suiza desde la mitad del siglo pasado y es legal de manera oficial desde 2006, cuando el Tribunal Federal suizo reconoció que “toda persona en pleno uso de sus capacidades mentales tiene el derecho a decidir sobre su propia muerte”. Desde hace años y de forma mucho más abierta desde que se “legalizase” la práctica, las “asociaciones” Exit, Dignitas y Eternal Spirit facilitan el suicidio asistido ofreciendo distintos servicios con el mismo resultado: la muerte asistida del paciente (¿o deberíamos decir cliente?).
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