Un caso investigado por la policía alemana en colaboración con los
Mossos demuestra que el cuerpo policial catalán utiliza bases de datos
genéticas para identificar y perseguir activistas de los movimientos
sociales
Un guante, una peluca y una lata. Estos tres objetos de
características tan diferentes confluyen en el relato policial
construido después de un año y medio de investigación. Es el 13 de abril de 2016
y un contingente de los Mossos revienta la puerta del histórico centro
okupado Blokes Fantasma de Barcelona. El Juzgado Central de Instrucción
número 3 de la Audiencia Nacional española ha tramitado una comisión
rogatoria internacional, cursada bajo secreto de sumario a petición de
la fiscalía de la ciudad alemana de Aquisgrán, que desencadena el
operativo policial y culmina con la registro de dos domicilios más y la
detención de una mujer. Esta activista anarquista tiene una orden
europea de detención y entrega para que la Polizei Landeskriminalamt
(policía criminal) del Estado de Renania del Norte-Westfalia la vincula
al atraque de una oficina bancaria.
Un grupo de personas armadas entró en la sucursal
de la entidad Pax Bank de la ciudad de Aachen, ató el personal que
trabajaba y vació la caja fuerte antes de huir sin causar daños
personales
La acción que persiguen se había producido la mañana del 19 de
noviembre de 2014, cuando un grupo de personas armadas entró en la
sucursal de la entidad Pax Bank -vinculada al Vaticano- de la ciudad
germana, ató el personal que trabajaba y vació la caja fuerte antes de
huir sin herir a nadie ni causar daños personales. La policía alemana
relaciona este episodio con dos atracos anteriores, ofrece recompensas a
quien pueda aportar pistas sobre la autoría de los hechos y difunde en
los medios de comunicación los detalles de la acción, que incluso tienen
eco en un programa televisivo de formato reality -show, donde se
reconstruyen y se ficcionan investigaciones no resueltas.
El análisis de laboratorio de las muestras genéticas obtenidas a
partir de los rastros encontrados en una peluca y otras piezas de ropa,
que habrían sido abandonadas en las inmediaciones del banco de Aachen
aquella mañana de otoño, facilita perfiles de ADN a la policía. Estas
trazas son remitidas a otros estados europeos para que busquen posibles
convergencias en las respectivas bases de datos genéticos. Meses después
de la acción, los Mossos irrumpen en escena y alertan de que han
detectado una hipotética coincidencia entre uno de los perfiles
genéticos encontrados en la peluca y una entrada -aunque anónima- de su
registro. Rápidamente, lo vinculan a acciones perpetradas por militantes
anarquistas e inician la búsqueda.
Un policía busca restos en una papelera durante la marcha antirepressiva del 13 de junio de 2015 / Victor Serri
Numerosos indicios apuntan a que los efectivos del Área Central de
Información de los Mossos -que adoptan el apodo de Astor para preservar
su identidad- hace años que aprovechan registros, movilizaciones y
protestas para recoger restos biológicos de activistas, extraer el ADN y
almacenarlo. Esta técnica se utiliza habitualmente en el área de
investigación criminal para identificar presuntos responsables de hechos
delictivos mediante el cruce de muestras tomadas a personas detenidas o
investigadas.
El uso de este método por parte de los Mossos con
el fin de aumentar el control sobre los movimientos sociales era una
práctica incierta, que se corrobora con el suceso de Aachen
La utilización de esta metodología por parte de los Mossos con el fin
de aumentar el control sobre los movimientos sociales era una práctica
incierta, que se corrobora con el suceso de Aachen y la relación que
establecen entre estos hechos y una acción directa de carácter político
llevada a cabo en el barrio de Sants de Barcelona en junio de 2009. Ese
día, los efectivos policiales recogieron pruebas en el lugar de los
hechos y se toparon con un guante, a partir del cual obtuvieron un
rastro genético. La muestra permaneció almacenada y huérfana de
identidad durante años, hasta que saltó la alarma fruto de su cruce con
los perfiles obtenidos por la policía alemana en el banco de Aachen.
A partir de ese momento, la investigación policial se acelera y el
área de información de la policía catalana estrecha el círculo sobre los
espacios del movimiento anarquista en la ciudad de Barcelona. Necesitan
dirimir quién puede haber detrás la secuencia numérica de ADN
encontrada en el escenario de dos acciones separadas entre sí por más de
cinco años y miles de kilómetros. Siguen la pista de una mujer, pero
necesitan restos de su materia orgánica para cerrar la triangulación que
les permita inculparlo la. Según la versión policial, un grupo de
agentes de paisano lo consigue durante una noche de verano en las calles
de Barcelona. Siguen el activista y, a escondidas, recogen una lata de
cerveza vacía que ha abandonado en la calle. De esta manera, se aseguran
que poseen un objeto que ha estado en contacto directo con la chica,
aunque la prueba no es determinante para que el objeto también podría
haber estado en contacto con otras personas.
Agentes
de la Brigada Móvil y de la policía científica recogen prendas de una
manifestación de apoyo a Can Vies el 31 de mayo de 2014 / Archivo
Ha pasado un año del atraco y el análisis hecho en los laboratorios
ubicados en el complejo Egara de los Mossos concluye que las muestras
extraídas de la lata, la peluca y el guante coinciden. Seis meses
después, el anarquista es detenida, encarcelada inmediatamente en Soto
del Real y, posteriormente, extraditada a Alemania , donde aún queda en prisión preventiva mientras se celebra el juicio -en curso
. En el banquillo de los acusados, la acompaña otra persona, también
detenida en un domicilio de Barcelona el pasado mes de junio. A él, se
le inculpa basándose en la supuesta coincidencia entre un rastro de ADN
encontrado en el lugar de los hechos de Aachen y una muestra de saliva
que los Mossos habrían obtenido del soplete del alcoholímetro con el que
lo sometieron a un control de tráfico simulado.
En otro caso similar el tribunal consideró que, si
bien los restos de ADN encontrados en la sucursal representaban un
indicio, no eran una prueba suficiente para acreditar su participación
en los hechos
Previsiblemente, el juicio quedará visto para sentencia a mediados
del mes de junio y las dos anarquistas acusadas pueden ser condenadas a
penas de prisión elevadas. Durante una de las sesiones celebradas hasta
ahora, un agente Astor los Mossos viajó a Alemania para prestar
declaración, pero volvió sin haberlo hecho. Como se negó a revelar su
identidad real ante el tribunal, este desestimó su testimonio y lo hizo salir de la sala
. El caso cuenta con el precedente del proceso celebrado hace unos
meses por el atraco perpetrado en el año 2013 a una sucursal del
Aachener Bank, que la policía relaciona con la acción contra el Pax
Bank.
Entonces, una activista holandesa fue absuelta, a pesar de la
concurrencia obtenida del cruce de los rastros de ADN sustraídos de unas
armas abandonadas en la oficina atraque y una muestra que se le había
tomado anteriormente en Inglaterra en el transcurso de una detención
bajo la acusación de la comisión de un delito menor. El tribunal
consideró que, si bien los restos de ADN encontrados en la sucursal
representaban un indicio, no eran una prueba suficiente para acreditar
su participación en los hechos. En todos estos casos, se plantean tres
problemas procesales: los objetos analizados pueden contener ADN de
varias personas, el ADN de la persona sospechosa puede haber llegado al
objeto antes de que se produjeran los hechos investigados y, finalmente,
como se puede demostrar ante un tribunal que ha habido una cadena de
custodia correcta de los objetos intervenidos.
Todos los mecanismos de control necesitan un campo de pruebas para
testar su efectividad. Durante los últimos años, el Estado español ha
utilizado el País Vasco como laboratorio represivo, también en el uso de
la técnica del ADN. A principios de 2000, la Ertzaintza comenzó a
utilizar las pruebas genéticas para perseguir actos de kale borroka y
inculpar decenas de jóvenes en procesos judiciales, que han hecho que
algunas de estas personas hayan cumplido largas condenas de cárcel.
Durante esa década, las abogadas, las familiares y las víctimas pudieron
documentar numerosos episodios de persecución de la juventud de los
entornos de la izquierda abertzale con el fin de obtener muestras
biológicas. La policía actuaba tanto a los ambientes de noche -por
obtener rastros gracias a la sustracción de vasos y cigarretes- como
haciendo falsos controles de alcoholemia o supuestos registros
rutinarios y domiciliarios para decomisar todo tipo de efectos
personales.
El caso de Orkatz Gallastegi fue paradigmático porque, después de una
década de periplo judicial, logró llegar hasta los tribunales Supremo y
Constitucional. Este último terminó denegando el último recurso
-d’empara- de Gallastegui, ya que consideró que no era necesario tener
el consentimiento ni ninguna orden judicial para poder obtener la
muestra de saliva que le llevó a ser condenado. La policía autónoma
vasca obtuvo su ADN a partir de un escupitajo que lanzó el suelo de la
celda de la comisaría. Posteriormente, lo cruzaron con vestigios
biológicos encontrados en el lugar de los hechos y inculparon el joven,
que fue condenado a prisión junto con otras dos personas, una
identificada por la misma vía y la otra gracias al rastro obtenido de un
cigarrillo.
Cepillos de dientes y plantillas
Hace una década que los Mossos podrían haber empezado a aplicar este
tipo de técnicas con la misma finalidad. El verano de 2009, la letrada
Laia Serra prestó asistencia a una detención por los presuntos delitos
de daños, resistencia y desórdenes en una comisaría de la policía
catalana. Una persona había sido detenida y una segunda que se acercó a
las dependencias policiales para interesarse por el estado de la primera
también terminó detenida, inculpada por los mismos hechos. Los Mossos
esperar que la abogada atendiera las detenidas por tomarlos muestras
biológicas sin su presencia, aunque ella aún se encontraba en la
comisaría.
A lo largo de una década, los Mossos han
almacenado cientos de perfiles de ADN, recogidos en el marco de
desalojos o manifestaciones
“Fue del todo injustificado porque ninguno de los delitos que se les
imputaban no eran graves y que, en el atestado de los hechos, no
constaba la recogida de ningún vestigio que permitiera comparar aquella
muestra”, afirma Serra. Además, recuerda que la primera detenida accedió
a la recogida de ADN mediante un frotis bucal aunque no fue informada
debidamente por los agentes, pero que, en el segundo caso, se le hizo la
extracción en contra de la su voluntad, por lo que se debería haber
requerido una orden judicial.
Poco tiempo después, el caso fue archivado
por falta de pruebas y la abogada de las activistas hizo una petición
al Departamento de Interior para que se cancelaran los registros de
todos sus datos personales, fotos, huellas y muestras de ADN y porque
advirtieran el resto de fuerzas y cuerpos de seguridad -que podrían
haber accedido a los datos- sobre su invalidez. Laia Serra considera que
“el hecho de que aquella muestra no se pudiera confrontar con ningún
otro vestigio generó la duda de si podía servir para engordar las bases
de datos policiales de ADN con perfiles de activistas”.
En los últimos años, se tiene constancia de desalojos de viviendas
okupados por activistas sociales en que los Mossos han llevado objetos
personales como cepillos de dientes y plantillas de calzado. También se
ha podido observar y documentar gráficamente, en algunos casos como
agentes de la unidad 700 de la Brigada Móvil de antidisturbios y del
Área Central de Información han procedido, al final de algunas
protestas, a recoger piezas de ropa abandonadas por manifestantes. Este
tipo de actuación se pudo presenciar durante la marcha final del Efecto
Can Vies el 31 de mayo de 2014 en el centro de Barcelona, al final de
la celebración del 1 de Mayo de 2015 en el cruce de la avenida Diagonal y
el paseo de Gracia y en una manifestación antirepressiva celebrada
entre los barrios barceloneses de Sants y Gracia el 13 de junio del
mismo año. Probablemente, no fue la primera vez ni será la última.
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Coordinación internacional de las bases de datos
En 1988, el Reino Unido fue el primer Estado del continente europeo
que condenar a una persona gracias a su identificación por vía del
análisis de ADN, tan sólo tres años después del caso pionero sentenciado
en EEUU. A partir de ese momento, las instituciones comunitarias
europeas empezaron a adoptar medidas jurídicas para facilitar la
creación de bases genéticas destinadas al intercambio de información
entre los Estados miembros. En el ámbito europeo, esta práctica está
regulada por el Tratado de Prüm del año 2005, que en un primer momento
fue firmado por España y otros seis países europeos, como Alemania o el
Estado francés. Este convenio internacional permite que los Estados
miembros accedan a los ficheros automatizados de análisis de ADN,
huellas dactilares y matrículas de automóviles bajo el precepto de
“intensificar la cooperación policial y judicial transfronteriza en
materia penal”. La coordinación de los laboratorios acreditados por el
Ministerio de Justicia para hacer análisis de ADN en España queda en
manos de la Comisión Nacional para el uso forense del ADN, inscrita en
el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses. Este organismo
es quien controla la base de datos estatal -unificada en 2007 a partir
de los registros de la Guardia Civil, el Cuerpo Nacional de Policía
española (CNP), la Ertzaintza, la Policía Foral de Navarra y los Mossos
-, en la que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) tiene acceso
libre. Este archivo se denomina INTCF-ADNIC y emplea un mecanismo
comparativo obtenido del FBI estadounidense. Los datos registrados
también se intercambian con Europol y la Interpol, que tiene una oficina
de enlace en Madrid, gestionada por el CNP con la colaboración de
agentes de la Guardia Civil y las policías autonómicas.
Donde dejamos los rastros?
Nuestro rastro biológico tiene una vida larga e incluso puede ser
transferido de un espacio a otro y entre diferentes personas, aunque lo
más habitual es dejar trazas genéticas a través del contacto directo con
objetos. Nuestro cuerpo contiene ADN en la orina, las heces, el sudor,
la saliva, las secreciones nasales y de las orejas, la sangre, los
fluidos vaginales y el semen, las uñas, los pelos y los cabellos, la
caspa y las células epiteliales, que se encuentran principalmente -pero
no tan solos- a la epidermis. Cotidianamente, las personas abandonamos
material genético de manera involuntaria mediante acciones como secarnos
la cara, tomar un refresco o peinarnos. Depositamos muestras de ADN,
principalmente a través de la saliva, el sudor, las secreciones y las
células, con el simple contacto con pañuelos, servilletas, cepillos de
dientes, herramientas de trabajo, cubertería, cigarrillos y un largo
etcétera de piezas de ropa y materiales diversos.
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