En su web dedicada al parque fluvial
del Arga, el Ayuntamiento de
Pamplona afirma plantearse “la recuperación
de este hábitat natural
como un objetivo prioritario, integrando
el entorno fluvial del Arga en
la ciudad no sólo como un espacio
público de ocio sino como motor de
un urbanismo racional y sostenible”.
Mientras el ayuntamiento defiende
esto en el mundo virtual, en el
mundo real asistimos el jueves 12 de septiembre,
y por orden de Juan José
Echeverria, concejal de Urbanismo
de este equipo de Gobierno, a la destrucción,
otra vez, de una huerta comunal
en el meandro de Arantzadi,
una de las escasas zonas fluviales del
río Arga en donde todavía se practica
una horticultura ecológica que
viene alimentando a la ciudad desde
hace cientos de años.
Bulldozers y cebollas
Las primeras lechugas, cebollas y tomateras fueron aplastadas a finales de agosto. Los bulldozers estacionados en la zona acabaron con estas plantaciones cuando el Consistorio de Iruñea inició las obras del proyecto de urbanización del meandro, aprobado por el pleno en 2009 con una total falta de participación ciudadana en su elaboración y tramitación.
Las primeras lechugas, cebollas y tomateras fueron aplastadas a finales de agosto. Los bulldozers estacionados en la zona acabaron con estas plantaciones cuando el Consistorio de Iruñea inició las obras del proyecto de urbanización del meandro, aprobado por el pleno en 2009 con una total falta de participación ciudadana en su elaboración y tramitación.
La presencia de la policía ante la
oposición vecinal se hizo más patente
las primeras semanas y especialmente
desde que el colectivo
Arantzadi Auzolanean (Arantzadi En
Movimiento) decidió continuar con
la labor agrícola de la zona, tarea destinada
a desaparecer en el proyecto
municipal. El resultado de esta oposición
ha sido la represión, además de
la destrucción de las huertas. Doce
personas siguen detenidas al cierre
de esta edición, acusadas de desobediencia
y resistencia a la autoridad.
Arantzadi Auzolanean comenzó
en junio con un acto de “expropiación”
de las dos hectáreas de tierras
de la familia Aldaya, ahora
propiedad del municipio igual que
el resto del terreno: “Le comunicamos
al Ayuntamiento que desde entonces
la zona quedaba exenta de
las obras y que íbamos a empezar
con la recuperación de la huerta”,
comenta Alberto, un agricultor del
colectivo. “Para mediados de julio
ya había una huerta en producción,
a finales de julio y principios de
agosto empezamos la distribución
de parte de la producción al comedor
social París 365”.
A pesar del destrozo inicial, el 1 de
septiembre se organizó una “fiestacción”
en la misma huerta destruida
“y movimos unas siete toneladas de
tierra para volverlas a poner en su
lugar original. Todo eso a carretilla y
pala y con el trabajo de la gente. Fue
emocionante, por aquí pasaron centenares
de personas”. Arantzadi
Auzolanean continúa su labor todas
las mañanas. Mientras, la policía
municipal ha vallado la zona y
prohibido el paso: “A pesar de los
obstáculos la gente circula diariamente,
sobre todo muchas personas
mayores que conocen el meandro,
de los barrios de la Rotxapea y de la
Txantrea, pero también vecinos de
todas las edades, niñas y niños, gente
que tiene familia hortelana y con
alguna aproximación al tema, y
también gente que jamás en la vida
se había acercado a una huerta.
Entramos en la zona de obras y trabajamos
la tierra, y de vez en cuando
hacemos salidas y paramos las máquinas
que trabajan en esta zona”.
“Empezamos a juntarnos por
una convocatoria de Ekologistak
Martxan a toda la gente que nos interesaba
el parque”, apunta Teo, arquitecto
y miembro de Arantzadi
Bizirik (Arantzadi Vivo), un grupo
abierto formado por personas y
colectivos de distinta índole que
mantienen como vínculo común la
preocupación por poner en valor y
salvaguardar en lo posible la actual
fisonomía y características de
Arantzadi. “Cuando hicieron el proyecto
ya hubo gente que empezó a
escribir en la prensa diciendo que
aquello no estaba muy claro. Por
nuestra parte, hemos analizado las
posibilidades de hacer un parque
público que mantuviese las huertas
productivas, ecológicas, para vender
en los mercados de la comarca.
Que se amplíe el uso de huertas a
150.000 m2 (ahora hay unos
130.000), manteniendo la estructura
actual de caminos, rebajando setos
para contemplar las huertas,
con 25.000 m2 de pradera arbolada
para libre acceso y manteniendo
las huertas sociales. Teniendo en
cuenta, además, que es uno de los
pocos espacios fértiles que todavía
se conservan y que ha sustentado
la alimentación de la ciudad durante
siglos. Hablamos de agricultura
en pleno centro urbano, un privilegio
para la ciudad que se debe conservar
y no destruir”.
El proyecto municipal no sólo obvia
esta realidad sino que la ataca,
destruyendo 85.000 m2 de huertas
productivas y colocando en su lugar
65.000 m2 de bosque inundable, 20.000
de jardines convencionales, 3.000
para micro huertas particulares y, lo
que es más absurdo, mil metros cuadrados
para un “museo de la huerta”
de hormigón, gestionado por la fundación
privada Fundagro, con un
coste de nueve millones de euros y
300.000 euros más al año de mantenimiento.
De dicho coste se han gastado
ya cinco millones mediante crédito
y no hay más fondos para continuar.
“La iniciativa es ahora de
Arantzadi Auzolanean. Tienen otras
maneras de seguir defendiendo lo
mismo, pero les apoyamos por completo”,
apunta Teo. La lucha por defender
un meandro vivo continúa. La próxima cita es el viernes 14 a las 9.30
"cerca de la huera de Beroiz para protestar al paso de los políticos"
que acudirán al museo de la Huerta.
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