La Edad Media, también denominada
oscurantismo, es una de las peores fases que la humanidad ha
experimentado. Después de haber vivido un avance y progreso científico
impresionante, la Edad Media significó un gran declive en toda la
cultura.
Los romanos y griegos habían
realizado estudios sobre las proporciones humanas y sus esculturas eran
cada vez más realistas; se intentaba tener un poder político democrático
en el que se tomaran en cuenta la opinión de la mayoría de las personas
y las cátedras buscaban brindar la mayor cantidad de conocimientos.
En
la Edad Media, por otro lado, la Iglesia dominó el pensamiento del
pueblo. Buscaban la fe ciega y dogmática en un dios absoluto, por lo
que, todo el pasado fue destruido. Era imposible conocer al dios griego
Zeus o su equivalente romano Júpiter.
Todo
lo que importaba era el cristianismo y la adoración al dios verdadero.
La educación, el poder político, el arte y la ciencia no interesaban
más. La riqueza de tierras era algo malo, puesto que la vida terrenal no
interesaba. La vida terrenal era sólo un paso a la gloria y vida
eterna. Y si los estudiosos contradecían aquello que la Biblia
aseguraba, podían ser condenados por la Santa Inquisición y a torturas
rigurosas.
La Santa Inquisición fue
organizada en 1231 por el Papa Gregorio IX, quien puso a cargo de su
dirección a los dominicos, quienes no se detuvieron en su salvajismo
para castigar a los transgresores. Lo esencial para los jueces era
conseguir la confesión de los acusados, lo que condujo a mediados del
siglo XIII a la utilización de la tortura.
En
España, los reyes católicos Isabel y Fernando fundaron el Tribunal de
la Santa Inquisición en 1478, con la bendición del papa Sixto IV. El
Tribunal estaba integrado por eclesiásticos, conocedores del dogma y
moral católica. Ellos se encargaban de juzgar los delitos relacionados
con la fe y las buenas costumbres. Este Tribunal también era el
responsable de juzgar a aquellos que tenían otras religiones como los
musulmanes y los judíos, además de vigilar la sinceridad de sus
conversiones.
En América, la
Inquisición fue establecida por Felipe II en 1570 y tuvo tribunales en
México, Lima y, más tarde, en Cartagena de Indias. En México, el
arzobispo Zumárraga realizó 131 procesos religiosos, 13 de ellos contra
indígenas. Sin embargo, recibió advertencias sobre el trato contra
ellos, y desde entonces los excluyeron “por ser nuevos en la fe, gente
flaca y de poca sustancia”.
El
inquisidor Torquemada estableció en forma categórica que los reos no
deberían sangrar ni sufrir lesiones, por lo que se idearon métodos e
instrumentos bastante extraños que cumplían el objetivo.
Te presentamos los peores instrumentos de la inquisición; los que cuatro siglos de historia tuvieron aproximadamente 5 mil víctimas.
Te presentamos los peores instrumentos de la inquisición; los que cuatro siglos de historia tuvieron aproximadamente 5 mil víctimas.
La
víctima era atada de pies y manos a los dos extremos del aparato. Era
estirada lentamente hasta que todas sus articulaciones se dislocaban.
Aunque las evidencias históricas apuntan a que era usado especialmente
en hombres, hay un caso registrado, el de Anne Askew, una poeta
protestante que fue torturada y luego quemada por sus creencias
contrarias a la Iglesia Católica.
Tormento de agua
Obligaban
a las personas a beber cubetas llenas de agua. La cantidad era
aproximadamente de 10 litros continuos. El torturador se ayudaba de un
embudo y le impedía respirar a la víctima, su estómago no aguantaba más y
después de sufrir tanto, explotaba.
La garrucha
Era
uno de los instrumentos de tortura más recurrentes. Consistía en atar
por la espalda las manos del prisionero, ponerle peso extra en los pies y
colgarlo con una polea por las muñecas. Cuando estaba lo más arriba
posible, lo dejaban caer sin que tocara el suelo. Normalmente los brazos
se le dislocaban.
Algunos personajes históricos que fueron sometidos a esta práctica son Nicolás Maquiavelo, Savonarola y Jaime de Montesana.
Cuna de judas
Una
adaptación mucho más violenta de la anterior. Ataban a las víctimas por
las muñecas, las levantaban con una polea y después las dejaban caer
sobre una pirámide muy puntiaguda con la finalidad de clavar su ano,
escroto o vagina.
La rueda
Se
comenzó a utilizar en Francia en el siglo XVI. Existían distintas
maneras en las que alguien podía ser torturado con este aparato. La
primera utilizaba esta rueda de madera para atar en toda su área al
mártir desnudo, después los torturadores lo golpeaban hasta el cansancio
con hierros candentes o simplemente lo mutilaban mientras una hoguera
ardía debajo de él.
Otra
opción era colocar alguna extremidad dentro de la circunferencia,
después se giraba la rueda y el brazo o pierna se rompía. La última era
colocar al desdichado en el perímetro exterior de la rueda y después se
giraba para desarticular su cuerpo.
Era
una especie de sarcófago provisto de estacas metálicas muy afiladas en
su interior, de este modo, a medida que se iba cerrando se clavaban en
la carne del cuerpo de la víctima que se encontraba dentro, provocándole
una muerte lenta y agónica. Las más sofisticadas disponían de estacas
móviles, siendo regulables en altura y número para acomodar la tortura a
las medidas del delito del torturado.
A su vez se incluía la “fustigación“, que consistía en azotar a la víctima con una fusta o vara.
La sierra
Este
instrumento no necesita mucha explicación. Se cortaba por la mitad a
aquel que hubiera cometido crímenes atroces contra la Iglesia. Lo hacían
de cabeza para que el cerebro no perdiera tanta oxigenación y
permaneciera consciente hasta llegar cerca del ombligo.
La pera oral, anal o vaginal
El
aparato se introducía por la boca, vagina o recto. Una vez en el
interior, se expandía a la fuerza. La cavidad era mutilada y, en muchas
ocasiones, los torturados morían de dolor. Tenían puntas en el
extremo que servían para desgarrar la garganta, cérvix o intestinos.
La araña de hierro
Diseñado
especialmente para las mujeres que habían engañado a Dios acostándose
con el diablo, la araña de hierro torturaba los senos femeninos. Se
ataba a una mujer a un poste y se le colocaba el aparato como si fuera
una pinza metálica por todo su seno. Después con una gran fuerza, se le
arrancaba por completo.
La hija del carroñero
Era
una estructura metálica con aros y tuercas en el que se colocaba a la
víctima. Poco a poco quebraba todos los huesos de la víctima. Fue
utilizada principalmente por Elizabeth I de Inglaterra como una gran
tenaza. De este modo, la víctima era aplastada gran fuerza que una vez
quebradas sus costillas, dislocado su esternón, y rota su columna
vertebral, empezaba a sangrar a borbotones por todos los orificios de su
cuerpo, así como por los dedos y por la cara.
Por
supuesto que existieron otros instrumentos que desbordaban la
imaginación del inventor, convirtiéndose en métodos crueles que tenían
como único fin, “limpiar el alma del pecador”. Tan simples como el
cinturón de castidad con picos de metal para desgarrar al perpetrador o
la constante gota que cae en el prisionero por toda la eternidad. Las
implicaciones psicológicas y físicas que provocaban eran atroces. Lo
mejor de la Edad Media fue que, como sabemos, acabó con el Renacimiento.
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