El
Síndrome de Sherwood es una estrategia táctica policial desarrollada
por David Piqué durante su mandato como Comisionado General de
Coordinación Territorial para los Mossos d’Esquadra. Con diferentes
variantes, es una estrategia utilizada por los cuerpos policiales más
represivos del mundo, y su finalidad es clara: buscar la
confrontación para justificar la posterior represión y lograr dañar lo
máximo posible la imagen pública de los manifestantes. Para los que no
lo hayan visto con sus propios ojos y sentido en sus propias carnes
puede sonar conspiranoico. Nada más lejos de la realidad: el síndrome de
Sherwood es la técnica que da nombre al trabajo de final de máster de
David Piqué sobre políticas públicas de seguridad aplicables para acabar
el fenómeno antisistema/okupa en el distrito de Gràcia, y se utiliza
habitualmente. Como por ejemplo esta semana durante la manifestación en
protesta por el encarcelamiento de Pablo Hasél en la céntrica Plaza de
Sol el pasado miércoles, o ayer mismo en Valencia.
Pocas cosas dividen más a la población estos días que la condena o
no a los actos vandálicos que inundan las televisiones y grandes medios
de todo el Estado. Como si de ciudadanos de pleno derecho de tratara,
los contenedores de basura han recibido estos días más apoyo mediático
que cualquier anciano desahuciado de su hogar en el último año. No se
comenta en estos medios que cada día de fuga del emérito nos cuesta a
todos unos 50 contenedores. O que si los bancos devolviesen el dinero público con el que se les «rescató», cada ciudadano podría tener su propio contenedor en la puerta de su casa y un operario para vaciarlo y limpiarlo.
Cuando un movimiento social pone en tela de juicio el modelo de
convivencia actual, se le criminaliza y persigue con dureza. Para
intentar lograr que la población se posicione a favor de esta
represión se utilizan una infinidad de recursos. Uno de los más visibles
son los grandes medios de comunicación, que muestran
tan sólo una parte de la realidad vivida en las calles (casualmente
siempre cojean del mismo pie). Otro importante recurso es la Justicia, para la cual el término «terrorista» es un enorme saco legal
en el que meter a todo aquel que difiera de la visión de modelo de
estado impuesto en 1978, y sobre el que puede recaer todo el peso de la
oronda justicia postfranquista de la Audiencia Nacional. Pero el recurso
utilizado para criminalizar a los manifestantes del que hablamos en
este artículo es el policial. Y la táctica preferida para ello tiene un poético nombre: Síndrome de Sherwood.
Este bonito término fue elegido por David Piqué i Batallé,
comisario general de coordinación territorial de los Mossos d’Esquadra,
y designa su trabajo final de máster sobre políticas públicas de
seguridad aplicables para acabar el fenómeno antisistema/okupa en el
distrito de Gràcia (Barcelona), considerado como un «factor de riesgo
para la convivencia y foco potencial de percepción de inseguridad». Las
técnicas que desarrolló en este trabajo de fin de Máster son utilizadas
desde entonces por la Policía no solo contra los okupas, sino en
cualquier manifestación que se considere subversiva desde los altos
mandos. El siguiente vídeo es un buen resumen del concepto para
iniciarse:
Por lo tanto, y como resumen introductorio, se podría decir que esta táctica busca abiertamente provocar disturbios y confrontación para criminalizar a los manifestantes. No se trata de una teoría conspiratoria, se trata de un manual de actuación, y se puede consultar aquí.
Se utiliza por lo tanto a los agentes como peones de una estrategia que
poco tiene que ver con el mantenimiento del orden público,
exponiéndolos a sabiendas a situaciones críticas que son totalmente
evitables. También se pone en peligro la integridad física de los
manifestantes, de los periodistas que la cubren, y de cualquier persona
que pase por el lugar equivocado en el momento equivocado. El caos para
mantener el «orden».
LA TEORÍA
El texto que da origen a esta táctica policial forma parte como decimos del trabajo de de final de máster de David Piqué, y su finalidad es la criminalización del movimiento okupa y antisistema, considerado
en todo momento como «problema» de orden público. El autor se posiciona
en la perspectiva de la actuación policial desde una óptica represiva y
«realista» (al estilo de Maquiavelo); es decir, carente de
consideraciones éticas o morales. Los movimientos sociales antisistema
son referidos en todo momento como «enemigos», y el texto abunda en
metáforas y referencias de la historia militar para argumentar el modo
de ejercer el poder policial (combinado con el político y mediático)
para eliminar estos movimientos. Se trata de una forma de entender la
sociedad totalmente autoritaria y donde aquellos que piensan diferente
de la corriente hegemónica son considerados inmediatamente enemigos de
la sociedad, sin tener en cuenta los actos que estos lleven a cabo.
La propia metáfora que da titulo al Síndrome parte de la puesta en
cuestión del mito de Robin Hood, sobre el que se asume una posición de
relativismo moral que se resuelve con la defensa del orden sistémico
como único principio guía. Como el propio Piqué explica en la
introducción:
El Síndrome de
Sherwood, es una metáfora basada en las leyendas medievales inglesas de
Robin Hood, donde el héroe luchaba contra la opresión y el poder
establecido. Robaba a los ricos para darlo a los pobres y se refugiaba
en su escondite del bosque de Sherwood. El problema estaba, como
siempre, en que el héroe y su grupo, decidía quiénes eran los ricos a
quien robar y los pobres a quien beneficiar.
A continuación, algunos extractos de dicho trabajo:
“ |
Incluso si la concentración o manifestación, que es
lo que estamos hablando, no se prevé bastante violenta, se puede llegar a
provocar un poco, con detenciones poco justificadas y nada pacíficas
unos días antes para calentar el ambiente. También se pueden hacer
«redadas» preventivas a los lugares donde se encuentran
habitualmente personas cercanas a la ideología de los convocantes con la
excusa de buscar drogas o lo que sea necesario. |
” |
|
“ |
La ’’redada’’ estará especialmente mal hecha y con trato humillante para encender más los ánimos, si es necesario. |
” |
|
“ |
La consecuencia previsible de estos comportamientos
previos y el diseño del dispositivo policial, es que acabará con una
«batalla campal». |
” |
|
“ |
Además de la estrategia previa, en cuanto algún
grupo descontrolado empieza las acciones violentas, las unidades de
policía ni se mueven y cuando la violencia empieza a ser generalizada,
la actuación policial se retrasa deliberadamente hasta que los daños
producidos son socialmente inaceptables. Es entonces cuando se producen
las cargas policiales que en ningún momento quieren ser disuasoria, no
se disimula. |
” |
|
“ |
Se va directamente contra los manifestantes, que ya
son considerados vándalos, y se les ataca con suficiente velocidad para
que no dé tiempo a la fuga y se provoque el enfrentamiento físico. |
” |
|
“ |
Lamentablemente, esta táctica no es exclusiva de
regímenes totalitarios, también se da con demasiada frecuencia en muchas
democracias occidentales |
” |
|
“ |
Se deberá procurar la detención selectiva de los líderes para imputarles delitos comunes y evitar la condición de «mártir». |
” |
|
“ |
4 ª fase. Ataque al corazón de Sherwood y detención o
descrédito de los posibles Robin Hood. Pasado un tiempo prudencial,
donde se compruebe que todos los individuos o grupos posibles se hayan
acogido a las nuevas reglas del juego, es el momento de ir a por los
«irreductibles» y empezar a aplicar la ley en toda su extensión. En
nuestra metáfora, dar privilegios a los «institucionalizados» y empezar a
cortar árboles del bosque. |
” |
|
LA PRÁCTICA
Obviamente no todos los disturbios se originan de este modo. En el
desarrollo de una manifestación, y de los movimientos sociales en
general, influyen numerosos factores que hacen que sea realmente
complejo su estudio. Pero si se dan las circunstancias concretas y
previsibles como sucedió este miércoles en la céntrica plaza de Sol, sí
podemos decir que la Policía cuando menos fomenta esos disturbios con
una finalidad concreta. La previsión de violencia debido a lo caldeado
de los ánimos, unido a la necesidad de criminalizar la protesta y la
propia localización (como muchos comentaban, la plaza es una ratonera
por las pocas salidas existentes) ayudaron para tomar la decisión de
poner en práctica el Síndrome de Sherwood. La técnica se desarrolla a grosso modo del siguiente modo:
1. Registro y control de manifestantes en todos los accesos.
Se busca causar la sensación de miedo en los asistentes y de que la
Policía tiene el control. Según el tratado de David Piqué: «La
redada estará especialmente mal hecha y con trato humillante para
encender más los ánimos, si es necesario».
2. Se impide la salida de la Plaza. De este modo se
comienza a caldear el ambiente y se mantiene a todos los manifestantes
juntos para facilitar el posterior aporreamiento. «La consecuencia
previsible de estos comportamientos previos y el diseño del dispositivo
policial, es que acabará con una «batalla campal»».
3. Se producen duras y rápidas cargas policiales,
lo más injustas e indiscriminadas posibles para caldear al máximo el
ambiente. No se busca en ningún momento mantener el orden o desalojar la
plaza, sino aumentar la tensión: «Se producen las cargas policiales que
en ningún momento quieren ser disuasorias, no se disimula. Se va
directamente contra los manifestantes, considerados vándalos, y se ataca
con suficiente velocidad para que no dé tiempo a la fuga y se provoque
el enfrentamiento físico».
4. Comienzan los disturbios, dejando un tiempo prudencial para que se desarrollen de modo más violento: «En
cuanto algún grupo descontrolado empieza las acciones violentas, las
unidades de policía ni se mueven y cuando la violencia empieza a ser
generalizada, la actuación policial se retrasa deliberadamente hasta que los daños producidos son socialmente inaceptables«.
5. Ya tenemos la batalla campal y los disturbios
necesarios para que los medios de comunicación «hagan su trabajo». Las
cargas son lo más brutales e indiscriminadas posibles, puesto que se
lucha contra peligrosos enemigos de la sociedad: «En este estadio,
los manifestantes atacan a la policía con todo lo que tienen y que les
ha dejado tener, realmente se están defendiendo, pero no lo parece. Han
sido acorralados. La violencia entre agentes y manifestantes se desata,
se personaliza y se descontrola. Es lo que se quiere. Comienzan a
aparecer víctimas inocentes – daños colaterales se dice ahora- Los que
han rehuido el enfrentamiento, se encuentran con el resto de unidades
policiales que los cierran el paso y que no hacen detenidos –
prisioneros-, la dispersión no es voluntaria , es a golpe de defensa
(porra) y cualquier atisbo de resistencia es contestada con contundencia
exagerada y detenciones masivas«. Se procede también a realizar dichas detenciones, teniendo especial cuidado en no crear mártires como Hasél: «Se deberá procurar la detención selectiva de los líderes para imputarles delitos comunes y evitar la condición de mártir».
Ayer mismo en Valencia se
pudo observar un modo de actuación similar. Desde el inicio de la
marcha un helicóptero policial sobrevolaba la zona y un total de 16
furgones policiales hacían acto de presencia en la Plaza de San Agustín,
repartiéndose por las vías cercanas para controlar a los diferentes
grupos aislados. La mayoría de los participantes que se trasladaron a
diferentes puntos han acabado controlados de nuevo en la Plaza del
Ayuntamiento. La marcha llegó hasta las inmediaciones del edificio de la
jefatura de la Policía y, una vez allí, la policía lanzó varias salvas y
cargó contra los manifestantes que, como puede verse en el vídeo,
marchaban pacíficamente:
Obviamente quien más sufre con esta forma de actuar es la democracia.
Directamente, son los manifestantes los que padecen mayores
consecuencias, tanto físicas como psicológicas. En ocasiones incluso son
los propios agentes quienes soportan las consecuencias de esta
deleznable práctica:
La consigna es clara: estamos en una guerra entre
nosotros (los buenos) y aquellos que quieren cambiar el modelo de
convivencia social (los malos). Da igual quien sea y cómo busque ese
cambio. Lo importante es mantener las cosas tal y como están, a
cualquier precio. Las siguientes palabras pronunciadas por el propio
creador del Síndrome de Sherwood durante un discurso muestran claramente
la locura que envuelve a ciertos sectores de nuestra sociedad,
sirviendo como perfecto resumen de la ideología de quien pone en
práctica este tipo de estrategias:
Les iremos a buscar, ya se pueden esconder donde
quieran porque les buscaremos, sea en una cueva o en una alcantarilla
que es donde se esconden las ratas. Tampoco les servirá esconderse
detrás de unas siglas, o una asociación, o una capucha, o de una
revista, o de una asamblea que no representa a nadie o incluso detrás de
una silla de la universidad. No vale poner el objetivo social a
cualquier actividad para justificar saltarse la norma – David Piqué, ex comisario general de coordinación territorial de los Mossos d’Esquadra y creador del Síndrome de Sherwood.
Fuente: Eulixe
https://kaosenlared.net/sindrome-de-sherwood-la-tactica-de-la-policia-para-justificar-la-represion/