Traducción recibida el 23/09/2021:
¡Las hadas nunca serán eléctricas!
Desde la
infancia somos tomados rehenes del mundo moderno, que presume de los
méritos de la seguridad haciéndonos olvidar, gracias a una serie de
promesas que paulatinamente no se cumplen, la significativa dosis de
servidumbre que nos toca aceptar a cambio del progreso.
Mientras
los horizontes que se cortan frente al avance de la civilización se
hacen cada vez más cupos – con la devastación de los espacios salvajes,
la creciente domesticación de la vida, la artificializacion de los seres
– el mundo sigue su desenfrenada carrera, siempre más dependiente de
las infraestructuras energéticas y de los productos que estas consumen y
producen: petróleo, uranio, electricidad.
En el lapso de ni
siquiera dos siglos, la producción de electricidad y la creciente
electrificación de los espacios han continuado a expandirse hasta
colonizar cada pequeña parte de nuestra vida.
Inicialmente, eran
solo algunas empresas e industrias las que utilizaban la electricidad.
La técnica se ha ido extendiendo gradualmente a usos domésticos. Hoy, en
cada momento de nuestra vida diaria, llevamos y usamos una gama cada
vez más impresionante de accesorios en nuestros bolsillos o en nuestras
muñecas, que marcan cada momento de nuestra vida hasta el punto de hacer
que su uso sea completamente normal.
Ya es evidente cómo una
técnica que un tiempo fue marginal y reservada para algunos sectores
industriales haya adquirido una dimensión exponencialmente extendida,
imponiendo su reinado en pocas generaciones. Y si salir de la red
digital parece ser un desafío cada vez más complejo de recoger, intentar
escapar de un mundo en el cual todas las relaciones están disciplinadas
por la electricidad lo es aún más.
Se delinea una sociedad que,
aumentando su dependencia de la electricidad, corre el riesgo de no
poder prescindir de su existencia organizativa. Han bastado aquellas
mismas generaciones para perder el uso y el conocimiento de una serie de
gestos y de prácticas, aumentando aún más el reino de la dependencia.
Más allá de las comodidades, aquello que determina en nosotros el mundo
eléctrico es sobre todo una experiencia de desposeimiento de nuestras
elecciones y de nuestra autonomía. La mayor parte de nuestras
experiencias de vida tienen lugar dentro de una realidad cada vez más
normalizada.
Las infraestructuras eléctricas resultan, por tanto,
ser las piedras miliares de aquello que, detrás de la apariencia de un
mundo de progreso y de emancipación, es ante todo un sistema totalitario
y mortal que la mayoría de las veces nos obliga, queramos o no, a
avanzar en la dirección de su desarrollo.
La noche del 13 de julio
del 2021 hemos golpeado, con una acción de sabotaje un importante
transformador eléctrico en la cuenca de Aubenas, porque queríamos
dirigir nuestra rabia contra todo aquello que el sistema eléctrico
encarna y representa. Al mismo tiempo queríamos escapar con fuerza al
chantaje ideológico que nos viene impuesto por la marcha del mundo
tecno-industrial.
La crítica del mundo hodierno, para que venga
recibida por el mayor número de personas, a menudo se niega a alterar
radicalmente las condiciones de existencia.
Se dice, en el ámbito
de su espacio doméstico, que a nivel individual es posible cuestionar un
determinado uso de la electricidad, recurriendo a algunos ajustes para
obtener, desde cierto punto de vista, más autonomía y autosuficiencia.
Volviéndose
tan complicado, para la mayoría de las personas, imaginar un mundo sin
electricidad, los «actos de resistencia» se traducen en modo técnico, en
una imagen del mundo para el que están hechos. En lugar de interpelar
el dominio tecnocientífico en su conjunto, se dejará seducir por la
ilusoria posibilidad de reapropiarnos de fragmentos de un mundo que hace
tiempo que ya no está pensado en relación con nuestras necesidades,
sino que responde en primer lugar al desarrollo del reino de las
máquinas.
La Revolución de los pequeños gestos cotidianos no se
llevará a cabo. Esta es ya ahora reclamada por la mayoría al dominio y
tiene la forma de una cortina de humo que destila la impresión de
actuar. Esta sedicente Revolución nos parece una renuncia fundamental,
la pérdida de la posibilidad de imaginar un mundo radicalmente otro,
cuyas reglas no estén más dictadas por el imaginario científico e
industrial. Nosotros deseamos seguir deseando y concebir un mundo en el
cual el progreso técnico no sea más la única historia positiva que
modela el advenir.
Si creemos en las posibilidades individuales,
pensamos que es una lástima que estas vengan pacificadas a través de la
sobreestimación de pequeños gestos cotidianos, traduciendo en práctica
subversiva la elección de un jabón eco-responsable o de una ducha
cronometrada en un piso moderno. La elección de encender o apagar la luz
se asemeja cada vez más a las falsas posibilidades electorales, como si
la crítica del mundo actual sólo pudiera hacerse dentro de un marco
impuesto (sistema electoral, infraestructuras digitales…).
Quien
hoy golpea a sabiendas aquello que tiene a que ver con los flujos
indispensables del mundo contemporáneo viene sistemáticamente tratado
como un secuestrador de numerosas vidas humanas.
Es curioso que la
moral occidental de hoy, mientras continua sin pararse a fundarse sobre
una serie de asesinatos masivos y de servidumbre individual
(esclavitud, colonización), mientras considera a enteras poblaciones
como conejillos de indias del nuclear (Polinesia, Argelia,…), mientras
organiza una servidumbre de enormes proporciones sutilmente disfrazada
de consumo, aun sabiendo sin pestañear que todo su nivel de vida es el
fruto de la reducción en esclavitud de la vida y de otros seres humanos
distantes de ella, trata de terroristas a los individuos que cuestionan
el nivel de dependencia general respecto a las infraestructuras y a los
flujos intocables y galvanizados de la mayor parte de las personas.
Atacando
directamente las infraestructuras eléctricas, queremos erradicar la
peste del chantaje con el cual este mundo nos arrincona. Según dicen los
tecnócratas: ir contra el mundo moderno y beneficioso, significa culpar
a los más débiles y dependientes del sistema.
Ya hemos tenido
suficiente de delegar nuestra fuerza, nuestras habilidades y nuestra
seguridad en un mundo que nos encierra, nos mantiene en dependencia y
organiza la mayoría de las veces nuestro debilitamiento.
Al contrario de lo que puedan decir, el progreso no es un proyecto filantrópico.
En
la era del capitalismo, los avances técnicos son sobre todo proyectos
comerciales. El objetivo final no es ni ha sido nunca aquello de hacer
felices a algunas personas o de contribuir al bienestar de otras. En
este espejismo en el que vivimos, se hace todo lo posible para hacer
invisibles las reglas de la economía y del Estado. Es más fácil aceptar
el infierno si está empedrado de buenas intenciones.
Actualmente,
con la construcción de infraestructuras que cada vez más nos encadenan a
un proyecto de sociedad mortífera, venimos privados de la exploración
de otras posibilidades de existencia.
Cuando todo y todos se
encuentran atrapados en los segmentos de una misma realidad dominante,
ya no es posible oponerse sin oponerse directamente a todo el sistema,
así como a sus infraestructuras.
Si consideramos importante
desvincularnos individualmente, la propia naturaleza de la red
interconectada transformaría la posibilidad de una desconexión
individual en un acto incompleto e insuficiente.
Atacar las
infraestructuras es una garantía más consistente para hacer así que el
mundo eléctrico deje de monopolizarnos e imponernos su reino de
velocidad.
Desconectar este mundo eléctrico significa entonces revelar la inmensidad de aquello que toca y gobierna.
Desconectar
este mundo eléctrico es tomar conciencia que cada vez es más difícil
actuar y pensar autónomamente incluso fuera de su enchufe y también que
cada vez es más importante hacerlo.
Desconectar este mundo
eléctrico significa intentar crear una reacción en cadena, que golpee el
conjunto de las infraestructuras y de cuanto funciona gracias a la
electricidad (redes digitales, de comunicación, banca, estatales,
industrias y empresas, infraestructuras militares y policiales…).
Desconectar este mundo eléctrico significa atacar el mito de la energía limpia que se esconde detrás del nuclear.
Desconectar este mundo eléctrico, es intentar dar un paso hacia lo desconocido.
Esa
noche hemos entrado, a última hora, en el interior de un parque
eléctrico cerca del municipio de La Chappelle Sous Aubenas en Ardèche.
Después de perforar un gran agujero en la red, nos hemos colado en la
infraestructura para atacarla en varios puntos. Varios incendios
iniciamos dentro de los edificios que hemos abierto precedentemente.
Tales edificios contenían generadores y baterías de repuesto que
presumimos eran para utilizar en caso de daños al resto de la
infraestructura.
También hemos dado fuego a varios contadores
ubicados tanto alrededor como en el edificio central que creemos que
albergaba un convertidor gigante.
Finalmente, después de levantar
dos placas metálicas diferentes, hemos incendiado algunos cables
eléctricos que serpenteaban entre las distintas instalaciones del lugar.
En total, 9 llamas iluminaban la noche en el momento de nuestra fuga.
Por
lo que hemos podido comprobar, las ciudades y los pueblos circundantes
no se han sumido en la oscuridad. Aunque el daño que imaginamos ha sido
sustancial, con numerosos incendios establecidos en el sitio, el resto
de la red eléctrica no parece haber sido afectada por el daño causado.
Esto no nos desanima en el deseo de continuar a atacar la sociedad eléctrica.
Saludamos
a los autores del comunicado de Toulouse relativo al ataque a un
transformador eléctrico. Las palabras de aquel texto han sabido tocar
nuestros corazones y nuestras mentes.
Coraje a aquellos que todavía resisten a la aniquilación de la vida y de la libertad.
Un pensamiento especial para el compañero Boris, en coma.
Hoy
más que nunca, en estos tiempos nauseabundos, preferimos el riesgo de
hacer descarrilar la situación a la falsa paz de una mortífera
comodidad.
Mejor la oscuridad de una noche sin neón, a la luminosidad de un camino hacia el abismo.
Para devolver la magia en nuestras vidas. Porque las hadas nunca serán eléctricas.
PD: ¡no olvidar apagar la luz antes de salir!
[trad. por Sansnom]
Fuente:
//ilrovescio.info/2021/09/23/francia-le-fate-non-saranno-mai-elettriche/