“Asier y yo crecimos juntos en las conflictivas calles de la Iruñea de los ochenta. Después, tomamos caminos diferentes: Asier permaneció allí realizando actividades de claro compromiso político, y yo me trasladé a Madrid. Tenía un sueño: ser actor. En la escuela de arte dramático hice un montón de amigos de todas partes. Pasaron los años y mi sueño de ser actor fue haciéndose, poco a poco, realidad.
En marzo de 2002, Asier desapareció; se
había integrado en ETA. Después fue arrestado y encarcelado en el Estado
francés. Pasaría los siguientes ocho años en la cárcel. Durante todo
ese tiempo, a mis amigos de Madrid les hablaba mucho de Asier, de lo
especial que era para mí nuestra amistad. Pero, a menudo, la
conversación derivaba en preguntas para las que yo no encontraba
respuesta: ¿Cómo hacerles entender mi amistad con un militante de ETA?
¿Cómo hacerles entender qué pudo llevarle a tomar una decisión que a mí
mismo me costaba asimilar?
En julio de 2010, cuando Asier fue
liberado de prisión, tomé una cámara con el objetivo de hacer una
película en la que intentaría responder a esas preguntas, y de paso, por
qué no, acercar posturas, pero mi plan no resultaría tan sencillo como
yo esperaba…”
Aitor Merino.
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