Nos han echado del Gaztetxe de Beasain. Llevamos
semanas en shock, entre la rabia, el desconcierto, la impotencia y la
tristeza. No nos ha echado ni la policía ni las excavadoras. Ha sido una
asamblea formada en su mayoría por integrantes de colectivos afiliados a
la Gazte Koordinadora Sozialista. Una asamblea en la que desde hace
unos meses no nos dejan participar. Nos han calificado como colectivo
externo sin posibilidad de debatir. Y por mas que hayamos intentado
reabrir el debate sobre las formas y tiempos para participar en el
Gaztetxe, ya no estamos a la misma altura para decidir. Y como no hemos
legitimado esta situación, nos han echado.
Escribimos desde la impotencia y las dudas que nos surgen al afrontar
este veto. No queremos que lo que ha pasado quede en un ámbito privado
ni que se manipulen nuestras intenciones. Aunque la mayoría de nosotras
andamos entre los 30 y los 40 años, hablamos del pasado y de la historia
del Gaztetxe de Beasain, no como argumentos de autoridad ni desde el
romanticismo, sino desde una mirada amplia para no olvidar de dónde
venimos y lo injusta que nos parece esta expulsión.
Somos un grupo de personas bastante diverso, pero con unas ideas y
valores compartidos. Funcionamos colectivamente de manera horizontal y
asamblearia, aunque no tenemos nombre. Vivimos en distintos pueblos de
Goierri. Todxs estamos involucradas en el Gaztetxe, y nos une un
profundo sentimiento hacia el espacio. Algunxs llevamos construyéndolo
desde que se okupó y otrxs nos hemos ido incorporando en diferentes
etapas. Nos une una visión libertaria, una manera de hacer las cosas
autogestionada por nosotrxs mismxs y las ganas de crear cultura
alternativa. Entendemos los gaztetxes, y los centros sociales en
general, como lugares donde poder crecer individual y colectivamente,
generando otras maneras de relacionarnos y luchando contra lo que nos
oprime (incluso revisándonos a nosotrxs mismxs).
Creemos que el Gaztetxe de Beasain ha sido un espacio ganado,
construido y defendido siempre desde la diversidad. Hace 18 años, tras
meses reuniéndonos en las calles un grupo variado en cuanto a bases
políticas y edades, pero con la necesidad en común de que hubiera un
Gaztetxe en el pueblo, el 22 de agosto de 2004 se hizo posible lo que
para muchxs era imposible: se okupó un local del ayuntamiento, naciendo
Melmak. Así comenzó esta experiencia inolvidable, y con ello mostramos
que podíamos cambiar el rumbo del futuro con compromiso y en equipo.
Durante todos estos años Melmak ha sido un lugar de confluencia y
crecimiento gracias a las diferentes luchas que ha acogido e impulsado:
siempre contra la represión y anticarcelarixs, contra el TAV y todo su
mundo, transfeministas, contra las fronteras y apoyando a lxs migrantes,
antiespecista… Generando debate y alimentando el pensamiento crítico.
Ha sido un refugio donde compartir y cuidarnos. Donde muchos sueños,
ideas, inquietudes y propuestas tenían lugar desde el anticapitalismo:
rocódromo, cenadores veganos, huerto, serigrafía, debates, conciertos,
música electrónica, teatros, juegos, excursiones… creando nuestro propio
ocio alternativo y autogestionado. Durante años hemos construido y
habitado las diferentes zonas del Gaztetxe, hemos sudado, reído,
llorado, jugado, nos hemos apoyado, cuidado y amado, hemos compartido,
soñado y disfrutado, entendiendo que la solidaridad, la confianza y la
amistad son nuestras armas.
Además el Gaztetxe nos ha necesitado: durante años estuvo en el punto
de mira por parte de las instituciones y planes urbanísticos. Ante la
presión y el chantaje del alcalde por conseguir legalizar y controlar
Melmak, decidimos ser fieles a nuestros valores, defendiendo la
okupación: nos negamos a firmar ningún acuerdo que corrompiera nuestra
autogestión. Años después llegó a nuestras manos un nuevo plan donde
Melmak sería derribado, y sustituido por unas plazas de aparcamiento.
Mediante acciones y manifestaciones se hizo frente, manteniendo la
esencia libre y abierta que desde el inicio tuvo.
A lo largo de todos estos años, al Gaztetxe le hemos dado vida
cientos de personas, conviviendo perspectivas de lucha diversas,
cooperando entre distintas generaciones e incluso entendiéndonos entre
diferentes maneras de gestionar el espacio. Esto ha generado muchos
momentos de tensión y también mucho esfuerzo por llegar a encontrar qué
es lo que nos unía cuando era evidente todo lo que nos separaba. Vivir
estos momentos nos enriqueció, dónde entendernos y unirnos prevaleció a
enfrentarnos, haciendo de ello un pilar de nuestra lucha.
Pero como en toda convivencia y proceso grupal, también ha habido
momentos de crisis, en que el compromiso y la participación han tenido
altibajos. Uno de estos momentos, fue justo antes de la pandemia, y se
vio necesario fortalecer la asamblea y como espacio acoger las
inquietudes del momento. Ante un nuevo flujo de gente que se acercaba,
algunas personas que llevaban mucho tiempo comprometidas con el
Gaztetxe, optaron por no tener una presencia tan continua, para
facilitar que todxs encontrasen su lugar y también pudieran sentir suyo
este espacio.
Desde entonces, aunque no nos hemos involucrado en la asamblea de
gestión directamente, hemos participado activamente en el Gaztetxe:
tanto en auzolanes como preparando jornadas, charlas y
talleres, conciertos y fiestas alternativas, y organizándonos para
incidir en otros lugares, tratando de aportar desde nuestra experiencia
en las necesidades que han ido surgiendo, sintiendo ese espacio como
nuestra casa colectiva.
Por eso estamos sorprendidxs de la deriva que ha tenido el Gaztetxe
de Beasain en el último año. Creemos que un conjunto de colectivos de
Gks se han adueñado de la asamblea, imponiendo su criterio por encima
del resto y pasando por alto la historia del espacio. Poco a poco se iba
enrareciendo el ambiente, hasta llegar a una situación que no podíamos
aceptar.
Empezábamos a vivir situaciones incómodas con vetos a otros
colectivos de jóvenes del pueblo. Muchas veces nos encontrábamos el
Gaztetxe sucio, la cocina sin fregar, muebles y objetos desordenados y
el exterior muy descuidado. A menudo faltaban cacharros del equipo que
se habían llevado a otros eventos de Gks y no se habían devuelto. Tras
varios cambios, no estábamos de acuerdo con los reajustes de precios, ni
con los porcentajes de la gestión económica. Intentábamos ir a las
asambleas, y parecía que nunca acertábamos: al final no eran ese día, o
si habíamos avisado de que llegaríamos tarde ya se había acabado cuando
llegábamos. Varias veces han quitado carteles sobre una campaña autónoma
en contra de un laboratorio de experimentación animal. Cuando se han
pedido explicaciones, han dicho que el antiespecismo no es una lucha
prioritaria, que no nutre los objetivos, y que teníamos que pedir
permiso para poner los carteles. De repente había unos acuerdos de la
asamblea sobre los que no habíamos podido debatir, ni decidir, y por más
que los pedíamos nunca los pudimos leer. Y había capas de grupos de
whassap: aunque estuviéramos en uno que se llamaba Melmak gaztetxea, ahí
no se participaba en la gestión, sino que meramente éramos informadxs.
Uno de los temas más turbios ha sido el de la llave y los juegos de
poder que ésta ha generado. Dijeron que había muchas llaves perdidas, y
se hizo un llamamiento a devolverlas. Aparecieron pocas, así que se
cambió la cerradura. Nos dieron una llave, pero al poco nos la pidieron
diciendo que no era para nuestro colectivo, sino que nos la habían
dejado temporalmente. Entonces solicitamos una llave, y lo primero que
nos dijeron es que teníamos que pagarla. Pero después dijeron que para
tener llave hacía falta asistir a todas las asambleas y que había unxs
responsables de llaves. Que cuando la necesitáramos se nos dejaría. Pero
nosotxs queríamos tener una llave como colectivo, o que estuviera en
algún lugar afín disponible, para poder reunirnos o hacer algo
improvisadamente, sin tener que solicitar la llave formalmente cada vez.
Así que, de repente no podíamos tener llave. De repente éramos un
“agente externo”. De repente no podíamos asistir a la asamblea completa,
sólo al principio. Nuestro paso por la asamblea se convertía en una
entrevista en la que decíamos nuestros puntos y pedíamos cosas, sin
poder consensuar nada. De repente empezaban a rechazar nuestras
propuestas de actividades: no nos dejaron hacer una charla-debate porque
no era interesante políticamente, ni podíamos plantar un frutal en el
jardín, porque atraería ratas y había cosas más importantes que hacer.
De repente, aunque estuviéramos organizando algún evento, en cualquier
momento la asamblea nos podía cancelar una fecha reservada. De repente
si había cualquier jornada de Gks en la comarca no se podía hacer nada
en el Gaztetxe.
Por ello, en los últimos meses, propusimos varios debates internos
para mostrar nuestro desacuerdo con la nueva situación que se había
generado, intentando buscar acuerdos mínimos para una convivencia, en la
que tuvieran cabida las diferentes situaciones, tiempos y niveles de
implicación. En estos intentos negociadores, planteamos la posibilidad
de establecer asambleas mensuales de coordinación de todos los
colectivos para calendarizar, tratar la logística del espacio y equipo y
gestionar conflictos o asuntos que se considerara importantes trabajar.
Ofrecimos buscar herramientas para currarnos los temas problemáticos
que habían surgido, por ejemplo, el hecho de que se hubieran sentido
infantilizadxs. Pero no conseguimos abrir un espacio horizontal de
diálogo. No nos mostraron en ningún momento los acuerdos en los que se
basaba toda su actuación, así que no podíamos debatir sobre ellos ni
participar en su construcción. Además querían que estas reuniones se
mantuvieran en secreto, enfadándose cuando compartíamos información con
otros colectivos del Gaztetxe.
Los debates fueron infructuosos y muy desgastantes, no pudimos llegar
a ningún acuerdo de convivencia, porque todo el tiempo se mantenían en
que ya habían decidido el funcionamiento del Gaztetxe y que ninguna de
nuestras propuestas tenía cabida. Por más que les decíamos que nosotrxs
sentimos que somos un colectivo del Gaztetxe, y que aunque ofrecíamos
otros tiempos y ritmos de participación, asumíamos una implicación total
en el cuidado y mantenimiento del espacio, ellxs ya habían decidido que
éramos “agentes externos” y todo lo que eso implicaba. Así que en el
último debate decidimos plantarnos y, además de presentar una propuesta
concreta de funcionamiento que tuviera en cuenta a todos los colectivos
del Gaztetxe, decidimos no devolver la llave que nos habían dejado para
un evento.
A los pocos días fuimos citadxs, pidiendo que asistiéramos lxs que
pudiéramos del colectivo. Sin entrar en el Gaztetxe, en corro delante de
la puerta, nos solicitaron insistentemente que devolviéramos la llave, a
lo cual nosotrxs respondimos que primero queríamos oír lo que habían
decidido sobre nuestra propuesta de convivencia. Luego dejaron claro que
éste no era un espacio de debate y que sería rápido. Habían decidido
que:
– No veían que haya personas de 40 años en la asamblea.
– A causa de nuestra presencia, habían dejado de asistir a las asambleas unos jóvenes que estaban empezando.
– Nuestras actitudes no se podían tolerar (hacían referencia a faltas de
respeto, a no respetar decisiones de la asamblea, a haber difamado
sobre personas del Gaztetxe y al hecho de no haber entregado la llave).
Entendían que estas eran razones suficientes para que no usásemos más
el Gaztetxe. Decían que nada de lo que había dentro nos pertenecía a
partir de ahora.
Ante esta expulsión nos hemos bloqueado. ¿Cómo no vamos a poder
entrar en un espacio con el que estamos tan vinculadxs? ¿Cómo no vamos a
poder utilizar la infraestructura que colectivamente hemos construido
durante casi dos décadas? ¿Por qué la edad de lxs participantes supone
un sesgo, si cuando estxs jóvenes empezaron a venir al gaztetxe no había
ningún problema?
Aceptamos el hecho de que en una ocasión hemos reaccionado con rabia y
no de la mejor manera cuando nos comunicaron que ya no podíamos
quedarnos a la asamblea entera, que ya no podíamos tener llave o que no
podíamos opinar en la asamblea por el hecho de ser “alguien que alguna
vez puso un ladrillo”. Consideramos haber reconocido este fallo y
habernos disculpado en su momento por nuestras formas, consideramos que
fue una reacción a causa de la violencia que vivimos en esas situaciones
aunque no nos justificamos por este hecho. Y queremos verbalizar que,
por supuesto, a lo largo de estos meses de tensiones hemos hablado de lo
que estaba pasando con nuestrxs amigxs, familias y vecinxs. Sabemos que
esto ha generado que otras personas se posicionaran y hablaran de ello.
Pero no podemos asumir la responsabilidad de lo que la gente dice y
hace a raíz de lo que ve y escucha o de las conclusiones que generen.
Consideramos que éste es un conflicto de diferencias políticas e
intergeneracional, pero creemos que en esta diversidad no reside el
problema: creemos que el centro de la cuestión es que una red de
colectivos, sin respetar los mínimos de horizontalidad propios de un
espacio como un Gaztetxe, se han apropiado del Gaztetxe de Beasain.
Dicen que son la Gazte Asanblada pero la realidad es que casi todxs
participan con Gks, y que antes de echarnos a nosotrxs han echado a
otrxs jóvenes de Ernai. Nos parece denigrante y un abuso el hecho de que
hayan tomado un espacio con tan larga trayectoria y hayan impuesto su
criterio sin tener en cuenta el de lxs demás. Si no has levantado
paredes, no puedes cerrar puertas. Se nos caería la cara de vergüenza si
llegáramos a un sitio lxs últimxs implantando nuestra perspectiva como
si fuera la única válida. Creemos que si uno o varios colectivos tienen
claro que quieren funcionar de otra manera, lo lógico es construir un
nuevo espacio, no apropiarse del Gaztetxe ni expulsar a individualidades
o colectivos de un lugar en el que han participado desde su creación.
No taléis las raíces, plantad al lado.
Nos queda la duda de si los jóvenes que forman la actual asamblea
entienden que, por derecho autoadquirido y de manera unilateral, pueden
decidir cómo se organizan las cosas, sin tener en cuenta al resto de
colectivos que participan del espacio; o si consideran que, por el hecho
de ser jóvenes, heredan el espacio para manejarlo a su conveniencia,
desterrando a la competencia. ¿De verdad somos enemigxs? ¿es imposible
encontrar acuerdos para una coexistencia que tenga en cuenta a todxs lxs
participantes? ¿Quién decide cómo se llega a pertenecer al espacio y
con qué criterios? ¿Qué papel tienen lxs que nos desalojan de
nuestra casa colectiva? ¿Cómo en un espacio tan diverso se pueden
cambiar los pilares de funcionamiento a criterio de unxs pocxs y sin
previo consenso? ¿Cómo se puede privatizar un espacio que os habéis
encontrado abierto? ¿Por qué ha de respetarse una autoridad que no puede
ser legitimizada?
No queremos situarnos en una lucha de poder, sino en la coexistencia
en un espacio político libre y compartido. No aceptaremos las jerarquías
en las relaciones internas del Gaztetxe y creemos que todos los
colectivos estamos al mismo nivel para ejercer la toma de decisiones .
El pensamiento y la acción crítica nos parecen imprescindibles,
fundamentados en la discusión y el razonamiento, sin dejar de lado el
cuidado entre las personas. Somos conscientes del desequilibrio causado
por las relaciones de poder y estamos dispuestas a revisarlas juntas.
Entendemos el Gaztetxe como un espacio político y plural de lucha, que
puede aglutinar y que no tiene intención de entorpecer las motivaciones y
el deseo de cada unx. Nos parece interesante el diálogo entre las
diferentes corrientes y luchas. Creemos que pueden participar en el
Gaztetxe personas de diferentes edades e identidades, situación de vida o
nivel de compromiso y que todo esto es enriquecedor.
Concluyendo, somos conscientes de que el intento por parte del
‘movimiento socialista’ de controlar los gaztetxes no se da sólo en
Beasain, sino en toda Euskal Herria, respondiendo a una estrategia. No
aceptaremos que nos roben estos espacios.
♥♥♥ BEASAINGO GAZTETxEA denon ETxEA ♥♥♥