domingo, 3 de noviembre de 2019

EL CAMINO QUE SIGUEN LOS RESTOS SIN NOMBRE

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Cada uno en su caja de plastico está esperando un nombre, ese que le ate a una historia concreta, a su propia vida y sobre todo a una familia que le recuerde. Muy pocos lo van a conseguir, puede que ninguno. En el laboratorio forense hay 45 cajas albergando restos humanos a la espera de su próximo destino aún por concretar. Todas las han traído de Nafarroa. De la fosa de Iruzkun exhumada el 30 de septiembre llegaron los últimos, que son veinte. Y, antes de ellos, había restos humanos rescatados de las siguientes fosas: Etulain (3 personas), Etxakaz (4), Urbikain (6), Larrasoaña (4), Artaiz (2), Ardaitz (2), Urdaniz (3) y Olabe (1).
A esta relación de restos humanos sin identificar que se encuentran a día de hoy en los laboratorios de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, hay que sumar los que han llegado de otros puntos del Estado y otros que lo harán en breve. Lourdes Herrasti –la forense que busca pistas sobre quiénes fueron y cómo los mataron– pasó el día de Todos los Santos en Burgos en labores de exhumación de otra fosa común.

«Nosotros nos encargamos de la exhumación y luego somos responsables de la cadena de custodia de los restos. Nos hacemos cargo de ellos y garantizamos la trazabilidad hasta el laboratorio, es decir, nos ocupamos de que los restos correspondan efectivamente con los que se exhumaron en el lugar», explica la forense después de enumerar de memoria el listado de fosas y el número de individuos rescatados de cada una de ellas.

Desde que en 2015 el Gobierno navarro alcanzara un acuerdo con Aranzadi y comenzara a exhumar con método las fosas que se creen localizadas en el herrialde, la cantidad de restos humanos encontrados parece haber rebasado momentáneamente la capacidad de encontrarles un lugar de descanso. Exhumar con método supone que el Gobierno ya no busca fosas porque así lo piden familiares o asociaciones, sino que cuenta con un plan para prospectar y abrir todas las cunetas de las que se tiene noticia. Esta es la diferencia fundamental con lo que sucede en otros puntos del Estado, aunque, en la práctica, donde verdaderamente se aprecia el paso adelante es en la cantidad de restos de desaparecidos del 36 que están recuperando.

El 1 de abril de este mismo año se llevó a cabo el primer gran enterramiento de 46 personas sin identificar en un panteón del cementerio de Iruñea. Se trata de un monumento funerario imponente que se hace hueco en una de las mejores zonas del camposanto. Lo rodean otros panteones brillantes de mármol, algunos decorados con ángeles y vírgenes a tamaño real pertenecientes a familias de bien que, a primera vista, parecen poco tener que ver con aquellos a los que el fascismo quitó la vida y el nombre. El panteón está cerca también del monumento funerario a Pablo Sarasate y al del periodista republicano Basilio Lacort.
El problema es que, tras esa última inhumación, aquel sobrio panteón se llenó. Hay acuerdo para ampliarlo, pero es complicado que pueda dar cabida a tantos. «En un inicio se pensó para la gente de Iruñea fusilada. Esos son los nombres que aparece en la inscripción. Luego se abrió a gente de navarra no reclamada o que no se sabía de dónde era. Se quedó pequeña. Se acordó la ampliación, pero las posibilidades no son infinitas», comenta Joseba Asiron, exalcalde bajo cuyo mandato llegó esa gran inhumación.

Bajo las pesadas losas del panteón, en realidad, lo que hay es otro pequeño almacén. Los restos de los desaparecidos se colocaron dentro de ataúdes reducidos debidamente etiquetados. El distintivo indica la fosa y el número del individuo por orden de exhumación. Así, en caso de que se consiguiera descubrir la verdadera identidad de alguno de ellos, pueda quedar a disposición de su familia o viajar a su localidad natal.

El trabajo de los forenses

En el laboratorio de Aranzadi no se limitan a custodiar los restos, sino que exprimen al máximo la información que contienen esos huesos amarronados por el paso del tiempo. «Limpiamos los restos que rescatamos. También los restauramos, porque a veces los huesos están rotos en múltiples fragmentos. Analizamos las dentaduras, intentamos delimitar la edad, el sexo y la causa de la muerte… buscamos los orificios de entrada y salida de la bala», explica Herrasti.

Aunque algunos de los desaparecidos tienen más de una herida de arma de fuego, no los mataron pelotones de fusilamiento. Les mataban de un disparo en la cabeza. El balazo llegaba unas veces desde la parte de atrás del cráneo y, otras, desde el lateral. Atando esta forma de ejecución al número de muertos hallados en cada fosa y teniendo en cuenta que las zanjas donde acabarían enterrados en muchas ocasiones las cavaban ellos mismos, se hace fácil reconstruir mentalmente una escena de pesadilla. Recientemente, el Gobierno navarro ha publicado un libro bilingüe (“Bajo tierra. Exhumaciones en Navarra”) con más datos sobre las fosas comunes en Nafarroa y que añade otras pinceladas a estas escenas. Ejemplo de esto son los apuntes que acompañan en ese libro a las dos personas sin identificar de la fosa de Artaiz cuyos restos están en esas cajas de plástico. Los detalles fueron extraídos de una carta del alcalde de Unziti al Gobernador: «el guarda rural del valle había encontrado dos cuerpos que se hallaban en posición supina con las manos atadas a la espalda. Ambos con signos de haber recibido disparos en la cabeza. El individuo de más edad tenía otros dos disparos en el pecho y en el muslo izquierdo». Completa la nota una descripción de cómo vestían: «El primero vestía un trajecito oscuro, con bombacho azul, alpargatas blancas bastante usadas y camisa blanca. El segundo, un traje usado a rayas, camisa de rayas, calcetines grises y alpargatas blancas bastante usadas». Esto les hizo pensar a las autoridades locales que se trataba de «ribereños del campo».

Los forenses de Aranzadi también buscan «otras patologías» en aquellos cuerpos enterrados hace ocho décadas. No ya solo en busca de quién podría ser y poder ponerles por fin un nombre y avisar a los familiares. Según explica Herrasti, las fracturas y su nivel de curación pueden indicar torturas o maltratos previos a la ejecución.

A los restos que llenan las 45 cajas también se les ha extraído el ADN para almacenar sus datos. Con el acuerdo entre el Gobierno navarro y Aranzadi en 2015 (similar al ya alcanzado entre esta institución y el Gobierno de Lakua en 2002) el Gobierno navarro cuenta con lo que se denomina un Banco de ADN. Ahora bien, las muestras tomadas solo serán útiles en caso de que familiares de desaparecidos acudan a en busca de los suyos y se pueda cotejar la huella genética de unos y otros. De ahí la importancia, subraya Herrasti, de que la prensa recuerde que tanta gente ha sido rescatada. Todavía hay esperanza.
Recientemente acudió un familiar a la sede de Aranzadi y se llevó de allí a un pariente. A fin de cuentas, los que hoy han quedado en cajas de plástico no perdieron su nombre porque los suyos los olvidaran, sino que su anonimato es fruto de la crueldad con la que los mataron, cuando no de la propia cobardía de sus matones.

En el caso concreto de Nafarroa, los restos más problemáticos a la hora de poner un nombre están entre los 205 que mataron tras la fuga de Ezkaba, ya que en aquel presidio había prisioneros de todos los puntos del Estado. En muchas ocasiones, las familias de los prisioneros ni siquiera conocieron que les habían trasladado a cientos de kilómetros del punto donde fueron capturados. En el caso del Cementerio de las Botellas (otro lugar de enterramiento de presos que murieron en ese presidio) 45 de 131 restos de desaparecidos fueron recuperados por sus familiares, algunos de ellos regresaron a provincias como Córdoba o Cuenca.

El contrato entre el Gobierno de Nafarroa y Aranzadi vence a finales de noviembre. Josemi Gastón, responsable del Instituto de la Memoria (cuya composición quedó intacta tras el cambio de Gobierno), cree que tendrán tiempo para prospectar tres fosas más antes de ese el plazo. Se trata de tres pistas (testimonios, documentos como la carta del alcalde de Unziti, rumores...). No hay garantías. Puede que haya suerte y aparezcan los cuerpos o que la excavadora falle por unos metros y vuelvan de vacío. Gastón confía en que habrá una renovación del acuerdo. Solo unos días atrás, hubo una reunión con asociaciones memorialistas en la que comenzó a dibujarse el plan de las búsquedas que se realizarán en el año 2020. Planean otra docena de prospecciones. El horror vivido en Nafarroa parece, a veces, casi infinito. Por eso queda tanto camino por delante todavía.

https://www.naiz.eus/eu/hemeroteca/gara/editions/2019-11-03/hemeroteca_articles/el-camino-que-siguen-los-restos-sin-nombre

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